Sitges es un pequeño pueblo costero donde, más allá del turismo veraniego y el Festival de octubre, parece pararse el tiempo. Paseando por las calles empedradas, junto a las playas y el puerto, pudimos comprobar que la villa se vuelca con el cine esa semana. Calles engalanadas con esqueletos, escaparates que parecen anticipar Halloween y una serie de stands con merchadising en el paseo junto al mar amenizaron los escasos descansos que nos tomábamos entre película y película.
Nuestra acreditación se terminaba con las primeras proyecciones de la tarde (por lo que muchos acabamos comiendo dentro de la sala), pero el martes alargamos nuestra estancia con gusto para asistir a la charla con Álex de la Iglesia. El cineasta, feliz de estar de nuevo en el festival que lo vio nacer, contestó de forma sincera y divertida a las preguntas del público. Nos contó anécdotas sobre sus películas, nos animó a ver “Las brujas de Zugarramurdi”, nos confesó que le gustaría hacer un musical y obligó a subir a saludar a Carlos Areces, que enseguida se fue para asistir a una de las proyecciones. De la Iglesia se puso serio para hablar del futuro del cine español y de la necesidad de reinventarse y atender la demanda del público de nuevas formas de consumo, pero también para alabar a Mario Casas como el mejor actor con el que ha trabajado, cuya cruz, según él, es ser demasiado guapo.
Tras esta charla esperé para asistir a la masterclass de Raúl García, animador en Pixar, que lamentablemente nunca llegó. Antes de todo esto, vestimos nuestro día con algunas proyecciones:
ONLY GOD FORGIVES
Coincidiendo director, parte del equipo y reparto de “Drive”, cabía esperar algo así como una segunda parte. Sin embargo, en mi opinión sólo los fans acérrimos pueden ignorar las carencias de esta película. La fotografía es impresionante, eso sí: composición perfecta, iluminación barroca con juego de sombras y vivas luces rojas, amarillas, verdes y azules. Sin embargo, cuesta encontrar el relleno de toda esta excelencia formal. En una trama sobre un asesino en serie, lenta y difusa, Ryan Gosling roza la cara de póker continua en una sucesión de escenas de épica fallida.
Los amantes de la imagen podrán disfrutarla, los amantes de la técnica podrán reconocer cierta maestría en el uso del fuera de campo y la parte formal, los amantes del cine se aburrirán pasados unos minutos.
REAL
Otro azucarillo. Una película de Kurosawa (Kiyoshi, no Akira), narra la historia de un chico que se somete a un nuevo invento para entrar en la mente de su novia en coma y así intentar despertarla. Para que nos entendamos, podríamos decir que es una especie de “Inception” a la japonesa. Con ritmo más lento, una fotografía blanca y negra, armoniosa, casi de ensueño y unos efectos especiales muy logrados, que por momentos nos acercan al terror y por otros al cómic, se trata de una historia tierna y de una sencillez visual muy elegante. Su único defecto es quizás una preocupación excesiva por lograr la sorpresa, que lleva a abusar del punto de giro hasta el absurdo, alargando excesivamente una cinta que recortada podría ser mucho más efectiva.
A FIELD IN ENGLAND
Aunque también lenta, larga y con un argumento enrevesado y difícil que no acaba de atraparnos, es otra muestra de un trabajo fotográfico muy reseñable y de originalidad desbordante. En blanco y negro, casi fotográfica en la composición, narra en una extraña tragicomedia de terror los quehaceres durante la guerra de una panda de seis únicos personajes que por veces, quizás por el humor inglés de bajo presupuesto, pueden recordarnos a los Monty Python.
Por Denisse Lozano